12/6/06

TODO SUBE MENOS LOS SUELDOS

Apague cualquier luz no necesaria, sea prudente con el aire acondicionado, racionalice el uso del coche, tenga cuidado con los grifos y, ante todo, no derroche a la hora de hacer la compra. O, de lo contrario, prepárese para sacar la chequera: el salario de los españoles pactado en los convenios sube una media del 3%, mientras que el precio de los productos más básicos crece una media de dos o tres veces –y hasta 14, en los casos más extremos– más que los sueldos.

Ése el caso del aceite de oliva, que da idea de hasta qué punto puede afectar el precio de los alimentos a la cuenta final de la cesta de la compra: se paga hoy un 43,2% más caro que hace un año. Y un 82,7% más que en 2002, cuando entró en vigor el euro, según los datos del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio y del Instituto Nacional de Estadística (INE).

El aceite es el ejemplo más claro de la escalada inflacionista de la economía española, con un Índice de Precios al Consumo (IPC) instalado en el entorno del 4%. La preocupación se extiende ya fuera del ámbito nacional; tanto, que incluso los países del euro han culpado a España de la subida de tipos de interés de un cuarto de punto, hasta el 2,75%, aprobada la semana pasada por el Banco Central Europeo (BCE).

El aceite es un extremo, pero las subidas de dos dígitos no son, en cualquier caso, una excepción. Algunos pescados, como la anchoa o el salmón, escalan cerca de un 18% en el último año, subida que queda en más de un 15% para el caso de determinadas hortalizas –como el pimiento verde– o en un 12% para placeres tan extendidos como el vino tinto. Es decir, incrementos cuatro y cinco veces superiores al aumento salarial.

Si se toman los incrementos desde 2002, el susto para el bolsillo es aún mayor en muchos de los productos más básicos: el pan se ha encarecido un 25%; las frutas frescas, un 27,2%; las patatas, un 24,9%, y las legumbres y hortalizas, más de un 22%. Los productos más cotidianos presentan subidas más suaves, pero no quedan fuera de este escenario: un café cuesta un 5% más.
Y si comer es caro, viajar lo es a menudo mucho más.

Los sueldos suben un 3% y las gasolinas casi cinco veces más, apuntaladas por el fuerte incremento del barril de crudo. ¿Conviene entonces optar por el transporte público? Sin duda, es más económico. Pero tampoco así se evita que se vacíe el bolsillo: sube el doble que los salarios.

Lo más barato tampoco pasa por quedarse en casa. El calor aprieta y el aire acondicionado está a precio de oro por la subida de la electricidad, también dos veces superior al aumento salarial. Y sólo si uno se queda a oscuras y en sequía evita pagar la luz y el agua, cuyo precio duplica al incremento de los sueldos. La factura se queda ahí si no se usa la bombona de butano, en cuyo caso se deberá soportar otro repunte de precios del 33%.

Aunque para quedarse en casa primero hay que tenerla. ¿Alquiler? La billetera ha sufrido un incremento del arrendamiento del 4,3% en el último año, del 19,7% desde 2002. Y la compra está cada vez más difícil: los precios no ceden y, tras la subida de tipos, la hipoteca cuesta 20 euros más al mes, que también saldrán de la nómina.

Noticia extraida de expansion.com

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